Perdona siempre a los demás; pero no a ti mismo.
Los soberanos deben perdonar las faltas, pero jamás olvidarlas.
Que en parte ya parece que consiente quien perdona ligera y fácilmente.
Nunca se perdona bastante, pero se olvida demasiado.
Olvidad todo sentimiento de odio y venganza: perdonaos unos a otros como yo perdono a los que van a derramar mi sangre.
El perdón nace del alma generosa.
Hay tan profundo, tan inefable placer en perdonar..., que no es mucho precio el dolor del pecado.