Los cielos son tan grandes como grande es nuestra aspiración.
El afán de riquezas oscurece el sentido de lo justo y lo injusto.
De altos espíritus es aspirar a las cosas altas.
Todo se termina mediante una transacción entre el optimismo de nuestros sueños y la esperanza de la realidad.
El hombre siempre aspira a lo que no es.
Es un mal soldado el que no aspira a ser general.
Quien aspira a cualquier cosa grande debe saber limitarse; por el contrario, quien todo lo desea no quiere nada, en realidad, y nada consigue.