Entre el genio y el talento existe la proporción del todo con la parte.
El talento solamente nos sirve para enojarnos con los que no lo poseen.
No hay talento tan pernicioso como el de la elocuencia.
No se puede desarrollar todo el talento y todo el genio cuando se encuentra bajo el peso del sentimiento de la miseria y es asediado por la desgracia y la preocupación de las necesidades cotidianas.
Los grandes talentos alertan e intimidan a los incapaces, y no tienen la docilidad que se requiere para agradar a los hombres injustos.
Hace falta coraje para tener talento.
Tener talento es tener fe en uno mismo, en las propias fuerzas.
El talento no es un don celestial ni un milagro caído del cielo, sino el fruto del desarrollo sistemático de unas cualidades especiales.
El talento es profundamente injusto: no se puede trasmitir.
El genio hace lo que debe; el talento lo que puede.
Es más fácil juzgar el talento de un hombre por sus preguntas que por sus respuestas.
Todo talento de ciertos hombres se reduce al arte de hacer creer que poseen todos aquellos talentos que no tienen.
