Los grandes talentos alertan e intimidan a los incapaces, y no tienen la docilidad que se requiere para agradar a los hombres injustos.
La suficiencia no excluye el talento, pero lo compromete.
La mediocridad no conoce nada que le sea superior, pero el talento reconoce instantáneamente el genio.
Talento es lo que uno posee; genio es lo que le posee a uno.
El talento es una magistratura; el genio, un sacerdocio.
Hacer lo que es imposible para el talento es la prueba del genio.
No existe nada que odien más los mediocres que la superioridad de talento: ésta es, en nuestros días, la verdadera fuente del odio.