El aposento que contiene mis libros, mis mejores amigos, representa para mí una espléndida corte: converso frecuentemente con los viejos sabios y los viejos filósofos.
Nunca escribo mi nombre en los libros que compro hasta después de haberlo leído, porque sólo entonces puedo llamarlos míos.
Amigo de los amigos, / huésped de predilección, / eres amigo y maestro, / confidente y confesor; / compañero en las vigilias, / en la pereza, aguijón; / en la soledad, recreo, / y en los caminos, mentor.
El único defecto de los libros verdaderamente buenos es que casi siempre dan origen a una multitud de libros malos.