Al desdichado las desdichas le buscan y le hallan, aunque se esconda en los últimos rincones de la tierra.
Bien dicen que la ventura huye de quien la procura, y busca sin ser buscada.
Que no me quieren dar muerte por negarme este descanso.
El oro prueba los metales, la miseria al hombre fuerte.
Acaso debemos desear que el mal sea insoportable; entonces estaremos más cerca de buscar el remedio.
Como Dante en Florencia, se paran a mirarme porque yo soy el hombre que ha bajado a los infiernos.
Los náufragos no eligen el puerto.
Bien dijo quien dijo que eran muy cobardes las desdichas, pues nunca solas se arriesgan.
No hay cosa tan sangrada como un desgraciado.
¿Qué me queréis, alegrías, / si me venía a alegrar? / Pues sólo podéis durar / hasta saber que sois mías.
¿Qué desdicha habrá que o sea, por más que mejore estado, desdicha del desdichado?
Tanto tormento es ya vivir un día que el morir en alivio se convierte.
Tirana fortuna, / duélete un día siquiera / de mis desgracias.