Me gustan las ciudades desconocidas. Es el momento y el sitio donde se puede suponer que toda la gente que nos rodea es amable. El momento del sueño, de ser feliz media hora es un jardín público.
Comer bien, dormir bien, ir donde se desea, permanecer donde interese, no quejarse nunca y, sobre todo, huir como de la peste de los principales monumentos de la ciudad.
Las turbas de las grandes ciudades contribuyen tanto al sostenimiento del gobierno genuino como contribuyen las llagas a la fortaleza del cuerpo humano.
Donde y cuando la idea divina surge firme y serena, las ciudades emergen y florecen; más allí y cuando dicha idea vacila y se oscurece, las ciudades decaen y se arruinan.