Los grandes laboriosos son los que han aprendido a administrar metódicamente su pereza. La actividad febril cae rápidamente en la fatiga y en la desilusión; deteriora la máquina antes de haber logrado refinar el producto.
Muchas de las celebridades oratorias, al verse aplaudidas cuando saben poco del tema, acaban por acostumbrarse a ignorarlo por completo.
Los débiles sucumben, no por ser débiles, sino por ignorar que lo son. Lo mismo les sucede a las naciones.
Casi todos los males de los pueblos e individuos dimanan de no haber sabido ser prudentes y enérgicos durante un momento histórico, que no volverá jamás.