Siempre deja la ventura una puerta abierta en las desdichas para remediarlas.
El hombre es desdichado porque no sabe que es feliz.
Las desdichas humanas tienen matices múltiples; nunca se vuelven a encontrar el mismo matiz de dolor.
Todos los amantes son diestros en forjarse desdichas.
Sólo existe para el hombre una verdadera desdicha: incurrir en falta y tener motivo de censura contra sí mismo.
La desdicha se ensaña de tal modo con algunos hombres que llega a dejarlos sin un solo enemigo.
Aun en la desdicha siempre hay consuelo; pero la fortuna hace perder el juicio y el sentido de la medida.