El hombre es una divinidad encadenada por el poder de las circunstancias.
Lo que hace falta es tratar de someter a las circunstancias, no someterse a ellas.
Las circunstancias cambian la lógica.
El hombre ha de valer tanto que todas las circunstancias han de serle indiferentes.
Yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella, no me salvo yo. Salvar las circunstancias, las apariencias, los fenómenos. Es decir, buscar el sentido de lo que nos rodea.
Ni quiero ni rechazo nada de modo absoluto, sino que consulto siempre las circunstancias.
El hombre no es una creación de las circunstancias. Son éstas las creaciones del hombre.