Feliz el hombre que pueda enlazar el final de su vida con el principio.
Que se mutilen y sucumban los hombres por los principios, pero que no sucumban ni se mutilen los principios por los hombres.
Las multitudes siguen con más facilidad a las ambiciones que las sacrifican que a los principios que las emancipan.
Cada vez que se remueve un principio se descubre algo que hace vacilar aquel principio considerado inconmovible.