Las desgracias más temidas, de ordinario, son aquellas que no llegan jamás.
A nadie le va mal durante mucho tiempo sin que él mismo no tenga la culpa.
En la tormenta es cuando se conoce al buen piloto.
Siendo más desgraciados es como aprendemos a veces a serlo menos.
En cuanto sucede una desgracia, siempre hay un amigo que viene a contárnosla y a escarbar nuestro corazón con un puñal.
A veces, mejor que combatir o querer salir de una desgracia, es intentar ser feliz, dentro de ella, aceptándola.
El hombre que trabaja, jamás es desgraciado por completo.