He observado muchas veces que las personas que cumplen su aniversario en el otoño, sufren el sentimiento de envejecer de modo más agudo que las que nacieron en los meses vitales, en la primavera o en el invierno.
Lo primero que saben las mujeres es lo hermosas que son; lo primero que aprenden es lo fuertes que son; lo primero que experimentan, lo débiles que son; lo primero que olvidan, lo viejas que son, y lo primero que recuerdan de nuevo es lo que han olvidado.
Alfonso de Aragón solía decir al hablar de la edad: «A cuatro cosas les van los años perfectamente: la madera vieja resulta excelente para quemarse; el vino añejo, para beberlo; los viejos amigos, para confiarse en ellos y los viejos autores para leerlos».