Dios lucha con el diablo y el campo de batalla es el corazón del hombre.
No rehuyamos la lucha cuando se trata de preservar el derecho o la dignidad del hombre; sólo así podremos congratularnos de pertenecer a la humanidad.
Haz por ser semejante a un promontorio contra las olas de la mar; se estrellan de continuo y él se mantiene inmóvil, mientras que ellas hinchadas caen y se adormecen alrededor.