Hacer favores es un hábito discutiblemente malo; pero pedirlos es un hábito indiscutiblemente malo.
Un favor bien retribuido es tan maravilloso como el honor, para el que lo confiere y el que lo recibe.
Que enfrentan muchas veces las mercedes cuando vienen con sospecha.
Mientras estemos en condiciones de hacer favores, no es probable que nos den con la puerta en las narices.
...merced, que así se han de llamar los favores de las damas.
Los favores solos son como las hojas del árbol, que no sirven sino de ornamento.
En el templo del favor todo es grande menos las puertas: éstas son tan bajas, que se ha de entrar arrastrándose.