Quejarse del tiempo en que se vive, murmurar de los actuales gobernantes, añorar el pasado y concebir absurdas esperanzas en el futuro son las inclinaciones de la mayor parte de la humanidad.
La vida se pasa deseando lo que no se tiene, y quejándose de cuanto se dejó de tener.
A Dios en balde mi clamor elevo porque Dios no me escucha; cáliz de acíbar y ponzoña bebo en incesante lucha.
¿A qué poder terrible he de alzar mis clamores? ¿A qué elevado templo?
El alma humana tiene vergüenza de sí, cuando se deja vencer por el dolor.
No debemos quejarnos de los hombres por su rudeza, su ingratitud, su injusticia, su arrogancia, su amor a sí mismos o su olvido de los demás: están hechos así. Tal es su naturaleza.
No te quejes de la nieve en el techo del vecino cuando también cubre el umbral de tu casa.