El objeto de la oratoria no es la verdad, sino la persuasión.
La tribuna donde toman asiento los periodistas se ha convertido en el cuarto poder del Estado.
La posteridad, ese tribunal de apelación que no se cansa nunca de elogiar la propia justicia y el propio discernimiento.
El que de ordinario es inexacto en una narración, es probable que sea extraordinariamente inexacto cuando habla de sus viajes.