Todo tiene límites. Sólo nuestra puerilidad es ilimitada. ¿Y sabes por qué? Pues, porque, en realidad, somos niños, y todo tiene limitación, menos el niño.
El hombre no se conoce, no conoce sus límites ni posibilidades, no conoce ni siquiera hasta qué punto no se conoce.
Quien aspira a cualquier cosa grande debe saber limitarse; por el contrario, quien todo lo desea, no quiere nada en realidad, y nada consigue.
El camino a la existencia alegre y feliz conduce a través de renuncias y limitaciones de la propia persona que ha de gozarlas.
Cuanto más alto se halla el hombre, tanto más impresionante considera los necesarios límites que frenen su arbitrio.