Las personas inteligentes tienen un derecho sobre las ignorantes; el derecho a instruirlas.
La primera obligación de la inteligencia es desconfiar de ella misma.
La más alta inteligencia y el más apasionado corazón no pueden conciliarse en una persona.
Hay una simulación de la inteligencia, como hay una simulación de la virtud.
Existe entre el dolor y la inteligencia una relación tan íntima, que los seres más inteligentes son los más aptos para el sufrimiento.
Ser capaz de discernir que lo verdadero es lo verdadero y que lo falso es falso, he aquí el signo y el carácter de la inteligencia.
Con el carácter, más que con la inteligencia, es con lo que se crean religiones e imperios.
El hombre tiene una obligación moral: ser inteligente.
La inteligencia es la facultad con cuya ayuda comprendemos finalmente que todo es incompresible.