Me propuse alejar de mí toda sospecha relativa a sentimientos de ambición que nunca tuve.
El esclavo sólo tiene un dueño; el ambicioso, tantos como personas puedan ser útiles a su fortuna.
La ambición es el estiércol de la alegría.
Lo mucho se vuelve poco con desear otro poco más.
La ambición, aunque en sí misma es un vicio, frecuentemente es madre de virtudes.
La ambición es la única potencia que puede luchar contra el amor.
Bien sabido es que la ambición tanto puede volar como arrastrarse.
La ambición en sí no es realmente más que la sombra de un sueño.
Pocas o ninguna vez se cumple con la ambición que no sea con daño de tercero.
La ambición es con frecuencia el único refugio que la vida deja a los afectos engañados o no correspondidos.
Compadezco al ambicioso que no es insensible.
Nada es bastante para quien lo que es bastante resulta poco.
Maldita ambición, ¡qué cara te compré!
Muchos triunfarían en cosas modestas, si no estuvieran obsesionados por grandes ambiciones.