Goethe, amante del teatro, decía que nunca una obra mediocre, medianamente presentada, no deja de ser en espectáculo maravilloso.
Más os valdría un mal epitafio para después de muerto, que sus maliciosos epítetos durante vuestra vida.
El arte de la escena no consiste en otra cosa sino en que parezca que improvisamos lo que hemos aprendido de memoria.