No hagáis intervenir a un dios sino cuando algo es digno de ser desenredado por un dios.
Más os valdría un mal epitafio para después de muerto, que sus maliciosos epítetos durante vuestra vida.
El arte de la escena no consiste en otra cosa sino en que parezca que improvisamos lo que hemos aprendido de memoria.
Cuando un autor nos dice que ha vivido su obra, puede asegurarse que nos dará una obra muerta. No está el toque en haberla vivido, sino en darle vida.