Por los grandes perjuicios que ocasionan a las personas orgullosas, las palabras les enseñan, aunque demasiado tarde, a ser sabias.
Cuando la violencia de las pasiones mengua y su fuego se amortigua, un hombre se ve libre de un pelotón de tiranos.
Ciertamente que los mortales pueden saber muchas cosas viéndolas, pero no antes de verlas, y ningún adivino del porvenir sabe lo que sucederá.
Como nace el día y desaparece, así todo lo humano. Los dioses aman al hombre sensato y odian a los soberbios.