Mientras no dejes de subir, no tienen término los escalones. Bajo tus pies, que ascienden, ellos crecen hasta lo alto.
Es concebible que el esplendor de la vida se halle alrededor de cada uno en toda su plenitud, pero veladamente, en lo profundo, invisible, muy lejos. Está ahí, ni hostil, ni indispuesto, ni sordo. Llamándolo con la palabra adecuada, acude.
Cumplo con mis deberes pero no con mis obligaciones íntimas, y cada obligación íntima no cumplida se convierte en una desdicha perdurable.
Las promesas de alguna especie de felicidad se parecen a las esperanzas de la vida eterna; vistas desde cierta distancia parecen firmes y uno no se atreve a acercarse más.
Si el libro que leemos no nos despierta de un puñetazo en el cráneo, ¿para qué leerlo?...Un libro tiene que ser el hacha que rompa nuestra mar congelada.