Porque llamamos espíritu a la facultad que el ser supremo nos ha concedido de cambiar algunas ideas en nuestro cerebro, imaginemos que Dios es un espíritu de la misma clase a nuestra imagen y semejanza.
La felicidad no consiste en las bendiciones externas, sino en la perfección interna y la riqueza del espíritu.
Lo que llamamos espíritu me parece mucho más material que lo que llamamos materia; a mi alma la siento más de bulto y más sensible que a mi cuerpo.
Yo creo que el hombre entra en este mundo con experiencias acumuladas que encauzan su espíritu hacia una especie de camino trazado.