Hay imbéciles que se las echan de sabihondos diciendo: «El hombre prudente labra su propio destino».
Si somos fatalistas, seámoslo como cierto sujeto que decía que todo sucede así porque está escrito, pero se indignaba con todo y todo lo quería enmendar; y cuando le preguntaban por qué, si estaba escrito, se indignaba que yo me indigne».
Antiguamente la naturaleza hallábase llena de fatalidades que la ciencia poco a poco ha logrado disociar.