Todo lo que ocurre, desde lo más grande a los más pequeño, ocurre necesariamente.
Si somos fatalistas, seámoslo como cierto sujeto que decía que todo sucede así porque está escrito, pero se indignaba con todo y todo lo quería enmendar; y cuando le preguntaban por qué, si estaba escrito, se indignaba que yo me indigne».
Hay imbéciles que se las echan de sabihondos diciendo: «El hombre prudente labra su propio destino».