Más agradece el enfermo la medicina que la cura que no el consejo que le preserva.
Todo mal viene con alas y huye cojeando.
Saludable es para el enfermo la alegre cara del que le visita.
Sin salud, la vida no es vida: es un estado de tristeza y de imagen de la muerte.
Por desgracia los hombres no saben lo que vale la salud hasta que la han perdido.
La templanza y el trabajo son los dos verdaderos médicos del hombre: el trabajo aguza su apetito, y la templanza le prohíbe abusar de él.
El cuerpo sano es el hospedaje del alma; el enfermo, su prisión.