Si cuando discutes se alegra demasiado la galería, recela que tú o tus impugnadores habéis sacado las cosas de quicio o tratado sin decoro la cuestión.
No trato de convencer a mi adversario de que está en el error, sino de unirme a él en una verdad más elevada.
No porque hayas hecho enmudecer a una persona la has convencido.
Hay quien cree contradecirnos cuando no hace más que repetir su opinión sin atender a la nuestra.
En toda discusión, no es una tesis la que se defiende; es así mismo.
Nunca discutir. Si en sociedad algunas personas difieren de tu modo de pensar, cambia de conversación.
Estemos siempre atentos para contradecir sin obstinación y dejarnos contradecir sin irritación.