El desagravio del noble, más escrupuloso y grave, no estriba en que se vengó sino en que pudo vengarse.
Ya tienes, ¡oh, Cicerón!, vengada la República.
La venganza es, hijo mío, de maldición una piedra, que tarde o temprano vuelve al mismo que la suelta.
La venganza es dulce, en particular para la mujer.
Que por no vengarme en ti, quizás en mí mismo me vengo.
Que en injuria y sinrazón no es la venganza bajeza.
La mejor manera de vengarse de un enemigo es no parecérsele.