No se deciden los grandes problemas por leyes y discursos, sino por el hierro y la sangre.
Si echamos una ojeada a nuestra vida pasada, veremos que una de sus más usuales experiencias es que hemos sido favorecidos por nuestros errores y perjudicados por nuestras prudentes decisiones.
Entre los hombres tendrás la reputación que merezcas por tus actos; te queda por decidir qué reputación debe ser.