Nicolás Avellaneda frases

¡Oh, solitarios árboles que desde hoy en adelante habéis de hacer compañía a mi soledad, dad indicio, con el blando movimiento de vuestras ramas, de que no os desagrada mi presencia!

Árboles prodigiosos, ¿cuál la mente que así os quiso agrupar? ¿Cuál fue la mano que así os plantó?

El árbol que hemos visto nacer y llegar a la edad provecta, es un ser dotado de vida que ha adquirido derecho a la existencia, que lee en nuestro corazón, que nos acusa de ingratos y dejará un remordimiento en la conciencia si lo sacrificamos sin motivo legítimo.

La vida vegetal no se contenta con arrojar su semilla al viento; llena la tierra de simientes para que, si mil parecen, otras mil puedan crecer en terreno abonado, para que cientos puedan arraigar, diez puedan vivir hasta la madurez y una por lo menos pueda remplazar al progenitor.

La copa de los árboles pomposa grata sombra nos da, nido a las aves, y dulce juego al céfiro lascivo.