La copa de los árboles pomposa grata sombra nos da, nido a las aves, y dulce juego al céfiro lascivo.
¡Oh, solitarios árboles que desde hoy en adelante habéis de hacer compañía a mi soledad, dad indicio, con el blando movimiento de vuestras ramas, de que no os desagrada mi presencia!
El árbol que hemos visto nacer y llegar a la edad provecta, es un ser dotado de vida que ha adquirido derecho a la existencia, que lee en nuestro corazón, que nos acusa de ingratos y dejará un remordimiento en la conciencia si lo sacrificamos sin motivo legítimo.