Todo aquel que no sabe, aunque sea señor y príncipe, puede y debe entrar en el número del vulgo.
El vulgo es un viejo narciso que se adorna a sí mismo, y que aplaude todo lo vulgar.
Quien al vulgo le exige deberes sin avenirse a concederle derechos, los habrá de pagar caro.
Los prejuicios, amigo, son los reyes del vulgo.
Seguid a los menos y no al vulgo.