No se escribe con las canas sino con el entendimiento, el cual suele mejorarse con los años.
Si cuentas los años, el tiempo te parecerá corto; pero si meditas sobre los acontecimientos, te parecerá largo.
Cuando esperamos, los segundos son años y cuando recordamos, los años son segundos.
Los primeros cuarenta años de vida nos dan el texto; los treinta restantes, el comentario.
Hay instantes en los que hemos podido aprender mucho más que en los años enteros.
Es justamente con las derrotas, las victorias y los años como se gana el conocimiento.
La vida humana se halla dividida en dos fases distintas: los primeros treinta y cinco años son para la experiencia, y el resto para el recuerdo.