La fortuna es caprichosa, pero no siempre es ingrata.
Todo capricho surge de la imposición de la voluntad sobre el conocimiento.
Piensa de continuo que eres hombre, esto es, el viviente más sujeto a los caprichos de la suerte.
A una dura necesidad se acomodan la voluntad y el capricho.
Un verdadero hombre no puede ser sino humilde. Conoce la pequeñísima participación que tiene la voluntad en los hechos que lleva a cabo y en qué medida todo se debe a un capricho incontrolable, sin que pueda saberse, hasta hoy, de dónde viene, cómo brota y por qué huye.