...Soy partidario de la tolerancia, ese sagrado derecho natural, baluarte de la verdad y que es lo más importante de todo para el falible ser humano.
La tolerancia religiosa es una especie de infidelidad.
Aquel que en la doctrina es adversario, no es ni debe, por ello, ser enemigo personal.
No existe cualidad humana más intolerable en la vida corriente, ni que se tolere menos, a la vez, que la intolerancia.
Sólo envejeciendo se vuelve uno más tolerante; no veo cometer ningún error que yo mismo no hubiera cometido.
Existe un límite en el que la tolerancia deja de ser virtud.
Cada uno tiene sus defectos, quien más, quien menos; pero no puede ser permanente la amistad, el servicio ni la compañía, si el uno deja de tolerar al otro.