Los hombres, como las manzanas y las peras, toman un poco de dulzura antes de estropearse.
Si los extraños cambios de la fortuna no nos hiciesen conocer el escaso valor de la vida, nadie se resignaría a envejecer.
En el terreno de los caracteres sucede como en los vinos: solamente los mejores ganan en dulzura lo que pierden en fuerza conforme avanzan los años; los demás se avinagran,