Napoleón tenía tal pasión por el pollo, que hacía trabajar día y noche a sus cocineros. Qué cocina aquélla, con aves en todos los grados de despojamiento, algunas aún crudas y colgadas de ganchos, otras girando lentamente en el espetón, y la mayor parte en inútiles montones porque el emperador estaba ocupado.
En invierno bebo y canto por la alegría de ver que la primavera se avecina. Llega la primavera y entonces vuelvo a beber por la alegría de verla por fin entre nosotros.
No es insaciable el estómago, como la mayoría opina, sino la falsa opinión acerca de su ilimitada voracidad.