En el espíritu como en el cuerpo, ha menester un buen régimen, y en este régimen hay una condición indispensable: la templanza.
La templanza y el trabajo constituyen las dos verdaderas medicinas del hombre: el trabajo aguza el apetito y la templanza impide abusar de él.
La templanza es un gran capital.
Se ha llegado a la materia cuando no se yerra ni se vacila en la ejecución.
La templaza es el más fino y delicado de los placeres.