Es tan absurdo pretender que un hombre no pueda amar siempre a la misma mujer, como pretender que un buen violinista no pueda tocar siempre el mismo instrumento.
Que quien no sabe querer sea de mármol, no mujer. A la que me quiere, quiero y a la que me olvida, olvido.
Hay quien ha venido al mundo para enamorarse de una sola y determinada mujer y, consecuentemente, no es probable que tropiece con ella.