En cuanto los enamoramos, somos criaturas desprovistas de sentido común.
Que quien no sabe querer sea de mármol, no mujer. A la que me quiere, quiero y a la que me olvida, olvido.
Hay quien ha venido al mundo para enamorarse de una sola y determinada mujer y, consecuentemente, no es probable que tropiece con ella.
Los hombres quieren ser el primer amor de la mujer; las mujeres, más inteligentes, quieren ser el último amor del hombre.