El clero, si no quiere perder su prestigio, su influencia, su responsabilidad, necesita abandonar el campo de la política y consagrarse exclusivamente al servicio del culto.
La idea de que es un deber de todo hombre procurar que otro sea religioso fue el fundamento de cuantas persecuciones religiosas se han perpetrado y, si se admite, las justifica plenamente.