No creo que exista cosa peor en el mundo que la ligereza, porque los hombres ligeros constituyen unos instrumentos aptos para tomar cualquier partido, por triste, peligroso y prejudicial que sea; huid de tales hombres como del fuego.
No consiste la felicidad en la alegría, ni en la lasciva, ni en la risa, ni en la burla, compañera de la ligereza, sino que reside muchas veces en la triste firmeza y constancia.