Fue hermosa aquella frase de Agrippa: «Jamás me serviré yo mismo de obstáculo».
De no hablar sino cuando fuere preciso, raramente despegaríamos los labios.
El tiempo libra a los necios de la aflicción y el buen juicio a los sanos.
Debemos rehuir la amistad de los malos y la enemistad de los buenos.
Si quieres ser bueno, cree primero que eres malo.
Lo importante no es lo que se come, sino cómo se come.
Una conducta desordenada se parece a un torrente invernal en lo violenta, turbulenta, impetuosa y de corta duración.