Cuando más hablemos de nuestros méritos menos nos creen los demás.
Quien de buena fe admira el mérito ajeno, no puede dejar de tener alguno.
Nuestro éxito no está asegurado por nuestro propio mérito, sino que depende mucho de la gente que combate a nuestro lado.
Sólo los méritos pequeños son partidarios de la mentira, que los favorece.
De tratar a cada uno según sus merecimientos, ¿quién escaparía al látigo?
Nadie se fíe en méritos de servicios pesados.
Para vivir en paz es más necesario esconder sus méritos que sus defectos.