Cuando contamos con todos los apetitos de la juventud y nuestra sangre rebosa hierro y alcohol, no poseemos un mal escudo; cuando ya no tenemos dientes ni estómago, somos millonarios.
Existen dos razones para beber: una cuando se tiene sed, para aplacarla; la otra cuando sin tener sed bebe para prevenirla.
Qué pena que beber agua no sea pecado, qué bien sabría entonces.
La embriaguez no crea los vicios; no hace más que ponerlos en evidencia.
El amor y el escándalo son los mejores edulcorantes para el té.
No es posible que puedan agradar ni perdurarlos versos escritos por quienes no beben más que agua.
Claro que el café es un veneno lento; hace cuarenta años que lo bebo.