No está en nuestro poder amar o aborrecer, porque nuestra voluntad la gobierna el destino.
Enamorarse no es amar. Puede uno enamorarse y odiar.
Odio las almas estrechas sin bálsamo ni veneno; hechas sin nada malo ni bueno.
Cuando a la mujer le aborrece lo que algún tiempo le agradó, es mucho peor que si siempre lo hubiese aborrecido.
Cuanto más se ama a un amante, más cerca se está de odiarlo.