Los hombres vulgares han inventado la vida de la sociedad porque les es más fácil soportar a los demás que soportarse a sí mismos.
No hay hombres necesarios; no hay más que hombres útiles.
La sociedad adquiere artes nuevas, pero pierde viejos instintos.
La sociedad sería una cosa hermosa si se interesaran los unos por los otros.
La buena sociedad es una horda formada por dos potentes tribus: los que se aburren y los que se aburren.
No hablaríamos tanto en sociedad si nos diéramos cuenta del poco caso que hacen los demás de lo que decimos.
El lujo de ser mejores que los demás hay que pagarlo; la sociedad exige un tributo que ha de pagarse en tiras de pellejo.