La ambición jamás se detiene, ni siquiera en la cima de la grandeza.
El medio más seguro de mantener la palabra dada es no darla nunca.
Cuando se hacen tonterías, éstas por lo menos deben dar resultado.
Un tonto resulta aburrido, muy aburrido, pero un pedante es inaguantable.
La batalla más difícil la tengo todos los días conmigo mismo.
Haríamos un gran negocio comprando al hombre por lo que vale y vendiéndole por lo que él cree que vale.
Un trono es sólo un taburete de madera forrado de seda.
El infortunio es la comadrona del genio.
Es más fácil engañar que desengañar.
Nos batimos más por nuestros intereses que por nuestros derechos.
Hay ladrones a los que no se castiga, pero nos roban lo más preciado: el tiempo.
No hay que temer a los que tienen otra opinión, sino a aquellos que tienen otra opinión pero son demasiado cobardes para manifestarla.
Nunca interrumpas a tu enemigo cuando está cometiendo un error.
Aquel que sabe adular sabe también calumniar.
El mal de la calumnia es semejante a la mancha de aceite: deja siempre huellas.
Podemos recuperar el terreno perdido. El tiempo perdido, no.
El tormento de las preocupaciones a menudo excede los peligros que han de ser evitados. Por tanto, a veces es mejor abandonarse al destino.
En toda empresa hay que dar dos tercios a la razón y un tercio al azar.
En toda adversidad los lamentos hacen necios y la acción sabios.
El amor es una tontería partida por dos.